¿Qué relación puede existir entre el flamenco, ese majestuoso y apasionado baile, y el autoconocimiento y crecimiento personal? Pues ya desde sus inicios, la Terapia Gestalt bebió de las artes escénicas incorporando diversas formas de expresión como técnicas para explorar y entrar en contacto con el inconsciente.

A lo largo de mi formación como terapeuta fui descubriendo lo valioso que puede ser un simple ejercicio de dibujar, representar una estatua o bailar para entrar en contacto con aspectos de nosotros mismos hasta ahora desconocidos o negados. Los ejercicios pueden ser de exploración (para descubrir algo) o vivenciales (para expresar o transitar algo muy escondido en nuestro interior). Estos ejercicios se integran en la terapia y se completan luego con la elaboración cognitiva (entender qué me pasa con eso).

Yo misma viví durante mi proceso el impacto del flamenco en mi crecimiento personal, aunque fuese al margen del trabajo terapéutico que iba haciendo. Tras casi un año de terapia decidí que quería aprender a bailar flamenco. Fue una de las primeras cosas que hacía sólo por mi y para mi. Hacia tiempo que me sentía atraída por el baile, pero nunca había llegado a hacer nada al respecto.

Me fui con unas amigas a la Escuela Carmen de las Cuevas en Granada a hacer un curso intensivo de dos semanas y a partir de entonces continúe un par de años con las clases en Barcelona. En ese momento no era consciente del impacto que estaba teniendo el flamenco en mi, ha sido con el tiempo que me he dado cuenta de ello.

Por mi tipo de personalidad llevo toda mi vida negándome el derecho a ser el centro de atención, a ser protagonista y aceptar que eso me puede gustar y dar placer. Yo era el típico ejemplo de la “falsa modestia” llevada a un extremo. Me parecía “feo” querer reclamar la atención de los otros y no solo me negaba ese derecho a mí misma, sino que me pasaba la vida proyectando ese rechazo en los demás. Cualquier demostración por parte alguien (por pequeña que fuese) de querer ser el centro de atención, y yo automáticamente catalogaba a esa persona como «escandalosa»… En el fondo de mis proyecciones estaba en realidad la envidia de que pudiesen ser personas tan espontáneas y rebosantes de vida. Era lo que yo deseaba para mi misma aunque no me daba cuenta de ello.

Fue un gran paso tomar conciencia de esto en la terapia y a través del flamenco que poco a poco fui atreviéndome a poner en práctica el «reclamar la atención de los demás». El flamenco es un baile de fuerza, grandeza, exhibición… Con cada golpe que das en el suelo dices «aquí estoy yo» y con cada movimiento de brazos «que grande soy». Por tanto, formaba parte del flamenco el adoptar esa pose de fuerza, seguridad y confianza y reclamar la mirada atenta del público (bueno, en mi caso, del espejo).

Y así, a través de la toma de conciencia en la terapia y a través de practicarlo en el flamenco  fue como poco a poco fui integrando “el deseo de ser mirada” en mi persona.  Y lo bonito de esto es que cuando empiezas a aceptar todas las partes de tu personalidad y darles un lugar en tu vida, poco a poco dejan de darte los problemas que inconscientemente te daban. Ahora disfruto de ser el centro de atención de vez en cuando y ese disfrute lo transmito también a las personas de mi alrededor, compartiendo así la alegría de estar viva. Y cuando veo a otras personas siendo “protagonistas” puedo mirarlas libre de prejuicios y aceptarlas tal como son.

Desde aquí quiero animarte a explorar diferentes formas de expresión artística como una manera de encontrarte contigo mismo. Y para aquellos que quieran probarlo a través del flamenco, tengo dos opciones: apuntarse a clases de flamenco o incluso probar un taller de flamencoterapia.

 

Autor fotografía: Grupo CAM utilizada bajo licencia de Creative Commons.