¿No sabes muy bien qué te pasa y te han dicho que hacer terapia te podría ayudar? ¿Has navegado por internet buscando opciones pero todas te asustan o ninguna te acaba de convencer? En este artículo te daré algunas pinceladas sobre cómo puede ser empezar el proceso de terapia y de qué manera te puedo ayudar yo en tu proceso de crecimiento personal.

En la terapia, ¿por dónde empezamos?

Empezar a hacer terapia es algo que al principio impresiona y a la mayoría de personas que he conocido es un paso que cuesta dar. Es algo desconocido y mucha gente teme los cambios que se pueden producir en su vida a raíz de la terapia. Normalmente nos decidimos a empezar terapia cuando llegamos al punto de estar tan mal que ya no tememos los cambios que puedan venir, cuando sentimos que sólo podemos ir a mejor.

Al iniciar un proceso terapéutico conmigo la primera pregunta que te haré es: ¿por qué estás aquí?

Normalmente vienes por un tema determinado o como mínimo con una hipótesis de lo que crees que te pasa que te impide ser feliz.  Este “tema” es como la punta de un hilo de un ovillo que hay que desenredar. Es decir, empezaremos por eso que sí sabes, que tal vez es un “problema” más concreto, y juntos exploraremos para ver de dónde surge, porqué es una dificultad para tí, qué mecanismos está ocultando, etc. Tiraremos del hilo para descubrir qué es lo que se esconde en tu interior. A veces es un proceso corto pero otras es un proceso un poco más largo. Tendremos que estirar del hilo e ir deshaciendo nudos hasta que lleguemos a los asuntos de fondo.

¿Cuál es el objetivo de la terapia?

Esos asuntos de fondo tienen que ver con tu carácter y cómo nos te has formado como persona. La terapia Gestalt parte de la idea de que todos, desde el momento que nacemos, empezamos a desarrollar mecanismos para asegurar que nuestras necesidades son satisfechas. Cuando somos bebés el primer mecanismo que desarrollamos es el llanto. Somos indefensos e incapaces de procurarnos nosotros mismos lo que necesitamos. A través del llanto intentamos comunicar a nuestros padres qué es lo que necesitamos para que ellos respondan y puedan satisfacernos.

A medida que crecemos vamos desarrollando nuevos mecanismos más sofisticados, todos con el objetivo de satisfacer nuestras necesidades. La principal de ellas, ser amados. Así es como unos aprendemos que si me porto bien, mis padres están contentos conmigo y me muestran su amor, mientras que otros pueden aprender por ejemplo que cuando me rebelo es cuando mis padres me prestan la atención que deseo.

Estos mecanismos los desarrollamos cada uno en función de nuestro carácter y entorno, muchas veces son inconscientes y los seguimos reproduciendo también en nuestra vida adulta, independientemente de si realmente responden a nuestras necesidades reales o son adecuados para las situaciones que vivimos como adultos.

Ahí está el tema: hacer terapia normalmente significará “desmontar” creencias y mecanismos que nos han acompañado durante toda nuestra vida y que seguramente nos han resultado útiles hasta ahora. ¿Cómo no va a ser difícil transformar la manera en que llevamos 20, 30 o 40 años funcionando? ¿Cómo no voy a sentir pereza o miedo ante ese trabajo que se me hace monumental?

¿Cómo te puedo ayudar como terapeuta?

Por suerte este trabajo no necesitas hacerlo solo. Mi rol como terapeuta es acompañarte y guiarte en este proceso, ayudándote a tirar del hilo y descubrir los nudos que necesitas desatar. Soy como un espejo que te ayudará a mirar en aquellos rincones que te puede resultar difícil ver.

En cada sesión trabajaremos con el tema que traigas ese día. Tal vez un día vengas angustiado y necesites vaciar; otro día puede que hayas tenido un conflicto con alguien y sea eso lo que quieres trabajar; y así iremos viendo sesión a sesión. Yo te ayudaré a ver qué hay de tí en ese tema concreto, cuál es tu parte; como si hubiese un hilo conductor que te ayudaré a descubrir.

También te ayudaré a ampliar tu nivel de conciencia en cada asunto. Si por ejemplo eres una persona muy mental, te ayudaré a darte cuenta de qué te pasa también a nivel corporal y emocional. Si por lo contrario eres muy emocional, te ayudaré a poner un poco de distancia y ver el asunto también desde el nivel cognitivo.

En el proceso terapéutico juega también un papel muy importante la relación que establecemos entre cliente y terapeuta. Lo más probable es que nuestra relación sea un reflejo de las relaciones más importantes en tu vida y lo que nos suceda en la relación será también un material de trabajo importante. Así, si por ejemplo te sientes incómodo o decepcionado conmigo, tiraremos también de ese hilo para ver en qué tipo de relaciones te sueles sentir así, de dónde te viene, cuál es tu parte en el asunto. Hay todo un abanico de temas que te pueden suceder conmigo y juntos lo exploraremos para que sigas descubriéndote y creciendo.

¿Qué requiere la terapia por tu parte?

Algo muy importante en el proceso terapéutico es que en todo momento eres tú quien decides los temas que quieres abordar y cuándo. Nadie sabe mejor que tu qué necesitas. Yo te puedo ayudar a detectar si lo que necesitas es auténtico o si en realidad oculta un comportamiento automático, una evitación. Tiraré del hilo y te haré propuestas de trabajo, pero al final la decisión aquí y ahora es tuya y tan importante como que puedas confiar en mi y en mis sugerencias, es que puedas escucharte y que respetemos tu propio ritmo.

Al fin y al cabo, el objetivo de la terapia es que desarrolles tus propios recursos para escucharte y poder abordar las situaciones que se te enfrenten en la vida desde la conexión contigo mismo, en el aquí y ahora, dejando de lado lo condicionamientos inconscientes. Por eso, sólo tiene sentido hacer la terapia de la forma que a ti te funcione y al ritmo que a ti te sirva.

Un componente muy importante para que la terapia pueda prosperar es el compromiso. Yo me comprometo a acompañarte y ayudarte, siempre teniendo presente tus necesidades y los pasos que a ti te pueden ayudar en cada momento. Lo que necesito por tu parte es que te comprometas con el proceso y contigo mismo.

Las primeras sesiones que hagamos servirán para que me conozcas y empieces a situarte y ver si esto que vamos haciendo tiene sentido para ti. A partir de ahí, el compromiso consiste en seguir avanzando incluso cuando se te presenten dificultades y cuando empieces a dudar de si esto tiene sentido.

Todo proceso terapéutico pasa por momentos en que lo determinante es el compromiso del cliente. Siempre hay un momento en que el cliente empieza a flaquear y sus propios mecanismos de evitación aparecen en relación a la terapia. Estos momentos suelen llegar cuando empezamos a profundizar y a tocar puntos que son más molestos, relacionados con esos aspectos de nosotros mismos que menos nos gusta ver o que más miedo nos dan. Cuando llegue este momento (que llegará), lo único que podrá salvar el proceso será el compromiso que hayas adquirido conmigo y con tu propio proceso. Superar este bache (que puede ser más de uno) será lo que marcará toda la diferencia en cuanto a los resultados de la terapia.

El primer paso y el viaje

Todo camino empieza con un primer paso. Desde donde estás ahora es imposible saber cómo va a ser cada paso de este viaje pero si te sientes lo suficientemente incómodo en tu situación actual, con tu vida como es ahora mismo, lo más probable es que eso que te pesa sea suficiente motivo como para lanzarte a dar ese primer paso hacia lo desconocido.

Si decides lanzarte, pronto descubrirás que hacer tan terapia no es tan difícil ni tan terrible como tú te imaginas. De hecho, la mayoría de clientes descubren pronto que es mucho más fácil y agradable de lo que pensaban. Aunque tengas malos días, aunque te enfrentes a temas dolorosos, el vaciar, limpiar, descargar, tomar perspectiva, … todos esos pasitos que damos en cada sesión de terapia te ayudarán a vivir más conectado y con más sentido en tu día a día.

Otro símil que suelo usar para el proceso terapéutico es un árbol cargado de fruta. Hay una primera parte del proceso muy satisfactorio, que es recoger la fruta que cuelga en las ramas bajas. Es un trabajo fácil y satisfactorio, la fruta está ahí al al alcance de la mano y la cesta se va llenando rápido. Luego está la fruta de las ramas intermedias. Esta es un poco más difícil y habrá que contar con una escalera para poder recogerla. Costará más trabajo, la escalera habrá que irla moviendo, y a veces iremos tan lentos que incluso empezaremos a dudar si vale la pena tanto esfuerzo. Pero poquito a poquito, si no abandonamos, la cesta se va llenando de fruta. Y al final llega la fruta de las ramas más altas. Esa que podemos ver pero que no podemos alcanzar, ni con la escalera que estamos usando. Para esa fruta no habrá escalera ni atajos que nos valga, simplemente tendremos que esperar a que la fruta esté lo suficiente madura como para que caiga por su propio peso. En esta fase tendremos que tener paciencia y la fruta acabará cayendo y además estará en su punto justo de maduración. Cuando toda la fruta esté recogida llegará el momento de cerrar la temporada. Será el punto final de nuestro proceso, cuando sintamos que la fruta de esta temporada está ya toda recogida, será el momento de hacer el cierre de nuestra relación terapéutica. Habremos alcanzado el objetivo con el que viniste a terapia y será el momento de despedirnos, con la satisfacción del trabajo realizado. Tal vez haya otras temporadas, tal ves nos volvamos a reencontrar, pero nuestro viaje juntos habrá terminado.

Si estás interesado en iniciar un proceso de crecimiento personal, te puedes suscribir a mi Newsletter y seguirás recibiendo periódicamente propuestas e ideas de recursos que te pueden ayudar. También puedes consultar la sección Servicios de esta web y descubrir las diferentes formas en que te puedo acompañar.

También te puede interesar…

Autor fotografía: lemurdillo, utilizada bajo licencia Creative Commons.